EL NÚMERO TRES

Una traducción libre del "DICTIONNAIRE DES SYMBOLES" de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant:

El TRES es un número fundamental, universalmente. Expresa un orden intelectual y espiritual, en Dios, en el cosmos o en el hombre. Sintetiza la tri-unidad del ser vivo que resulta de la conjunción del 1 y el 2, producto en este caso de "la Unión del Cielo y la Tierra. El Tao engendra al uno; el uno engendra al dos; el dos engendra al tres... (Tao the King, 42).
Pero, lo más frecuente es considerar que el tres, primer número impar, es el número del Cielo y el 2 el de la Tierra, pues el 1 es anterior a la polarización.
El 3, dicen los chinos, es un número perfecto (tch´eng), la expresión de la totalidad, de lo terminado: no puede ser aumentado. Es la perfección de la manifestación: el hombre, hijo del Cielo y de la Tierra, completa la Gran Tríada.

Por otra parte, para los cristianos es la perfección de la Unidad divina: Dios es Uno en tres Personas.
El Budismo posee su expresión perfecta en la Triple Joya o Triratna (Budha, Dharma y Sangha); esto lo traducen los taoístas a su propio modo: Tao, Libros (o Escrituras), Comunidad. El tiempo es triple Trikâla: pasado, presente, futuro. El mundo es triple (Tribhuvana): Bhu, Bhuvas, Swar: tierra, atmósfera, cielo.

Incluso en modo hindú la Manifestación divina es triple (Trimûrti): Brahma, Vishnu y Shiva, aspectos generador, conservador y transformador, correspondientes a las tres tendencias o gunas: rajas, sattva y tamas, expansiva, ascendente o centrípeta y descendiente o centrífuga.
A la manera Shivaista de Camboya, Shiva es el centro, mirando hacia el Este, flanqueado por Brahma a la derecha o al Sur y de Vishnu a la izquierda o al Norte.

Otros ternarios han sido señalados a propósito del monosílabo sagrado OM, que comprende tres letras (AUM), de modo que hay tres estados de la manifestación.
Los Reyes magos son tres: simbolizan, ha remarcado Guénon, las tres funciones del Rey del Mundo, certificadas en la persona del Cristo naciente: Rey, Sacerdote y Profeta. También son tres las virtudes teologales; tres los elementos de la Gran Obra alquímica: azufre, mercurio y sal.

En China, los Hi y los Ho , que son maestros del sol y la luna, son tres hermanos. Tres hermanos igualmente son los maestros del Universo: Zeus, el Cielo y la Tierra; Poseidón, los Océanos; Hades, los Infiernos.

La formación por tres es, con el cuadrado y en conjunción con él, la base de la organización urbana y militar. Para Allendy igualmente, el ternario es el número de la organización, de la actividad, de la creación.
El ternario se expresa por diversos símbolos gráficos, como el tridente, la trinacria (que es un triple pez con cabeza única), y más simplemente por el triángulo(1)

El carácter chino tsi, antiguamente representado por el triángulo, expresa la noción de unión y de armonía.
El triángulo, solo o conteniendo el Tetragrama hebráico, o incluso el Ojo divino, es un símbolo de la Trinidad; es por otra parte un símbolo de la Gran Tríada china.

En las tradiciones iraníes, la cifra tres aparecemuy a menudo dotada de un carácter mágico-religioso.
Destaca ya la presencia de esta cifra en la religión del Irán antiguo, donde la triple divisa es: Buen pensamiento, buena palabra y buena acción; igualmente se designa estos tres Bûkht como los tres salvadores. El mal pensamiento, la mala palabra y la mala acción son atribuídas al Espíritu del Mal.

Las diferentes partes del Avesta, las que tratan tanto cuestiones rituales como objetos morales, abundan en la alusión a la cifra tres, que simboliza siempre la tríada moral del mazdeísmo.

Varios párrafos del Avesta (Vendidad, 8, 35-72 y 9, 1-36) desciben los ritos de purificación que debe seguir un hombre mancillado por el contacto de un nasu (cadáver): se debe cavar tres series de tres agujeros que se rellenan de gômez (orina de buey) o de agua. El hombre comienza siempre por lavarse tres veces las manos, después se dispone a rociar las diferentes partes de su cuerpo para expulsar los malos espíritus.

Una antigua ceremonia mágico-religiosa consiste en echar suertes lanzando tres cañas (o tres flechas).

La cifra tres se relaciona igualmente con el rito de probar suerte por medio de flechas adivinatorias (azlàm): la tercera flecha designa el elegido, el lugar, el tesoro, etc. Este rito estaba extendido en los Árabes, desde antes del Islam. Se trata de una tradición popular sin duda muy antigua, que abarca un área geográfica muy vasta. Se le encuentra, con variantes, en los nómadas de la llanura, pero más en Irán que entre los Beduinos árabes.

Cuando el nómada árabe dudaba ante la toma de una decisión, elegía tres flechas; sobre una escribía "mi señor me ordena" y sobre la segunda "mi Señor me prohíbe" . La tercera no llevaba ninguna inscripción. Volvía a colocar las flechas en el carcaj, después extraía una al azar y seguía sus consejos. Si tomaba la flecha donde no había nada escrito, recomenzaba la operación.

Ante el dilema de una ruta a elegir, o una dirección hacia la cual volverse (por ejemplo el mausoleo del santo al cual se dirigen las oraciones, la costumbre era dar tres vueltas sobre si mismo y adoptar en la tercera la dirección hacia la cual la cara se encontraba orientada.
Estas tres vueltas simbolizan no solamente la idea de una realización integral ligada a la cifra tres por las prácticas psico-mágicas, sino incluso una participación en el mundo invisible supra-consciente, que resuelve un suceso de un modo ajeno a la lógica puramente humana.

Es en el tercer llamamiento lanzado por un rey que desea enviar un guerrero a una misión peligrosa, cuando el voluntario se designa él mismo, demostrando así la superioridad de su bravura sobre la de los demás.

Del mismo modo, el héroe que parte al encuentro de un demonio declara a sus amigos que echará tres gritos: el primero cuando vea al demonio; el segundo cuando luche con él; el tercero en el momento de la victoria.
Pide igualmente a sus compañeros que le esperen tres días, cuando él parta para combatir un demonio, para penetrar solo en un palacio encantado, o incluso para presentarse a una cita galante.
Está implícitamente acordado que su carácter heróico le asegure la vida salvo durante los tres primeros días.

Una costumbre simbólica antigua, repetida en los cuentos, consiste en levantarse y volver a sentarse en tres intervalos para manifestar su respeto y admiración.
Otra costumbre legendaria frecuentemente restituída consiste en el lanzar el águila (bâz-parâni). Cuando un rey moría sin descendencia, los habitantes de la ciudad hacían volar a un águila. El hombre sobre cuya cabeza se posaba tres veces seguidas era elegido como soberano. Este águila se llamaba bâz-e-dawlat, el águila de la prosperidad.

Estos tres actos sucesivos que han vuelto (a aparecer) en numerosos cuentos mágicos, asegurarían el éxito de la empresa y a la vez constituirían un todo indisoluble.

Los cuentos exponen la bravura el héroe en los combates cuerpo a cuerpo a través de un gesto simbólico: el héroe levanta a su adversario – a menudo un demonio – y lo hace girar tres veces sobre su cabeza; solo después de este gesto lo deja en tierra.
Para volver más espantosa la fuerza salvaje del demonio, el narrador lo describe llegando al combate armado con un tronco de árbol dominado por tres enormes ruedas (de molino).

La cólera y la irritación del rey o del héroe en una asamblea se manifiestan por tres arrugas que se forman sobre su frente: nadie osa entonces acercarse o tomar la palabra.

Para que un sueño guarde su eficacia y traiga buena fortuna, el soñador debe guardar el secreto durante los tres primeros días. La no observancia de esta recomendación – a menudo de orden psicológico – tiene el riesgo de traer consecuencias enojosas. Incluso aquí es la cifra tres lo que marca el límite entre lo favorable y lo desfavorable.

En la tradición de los Fieles de la Verdad (Ahl-i Haqq) en Irán, es atribuído un carácter sagrado a la cifra tres. Se le encuentra frecuentemente sea en los relatos de cosmogonía, sea en la descripción de los actos rituales..

Antes de que Dios hubiese creado el mundo visible, en el seno de la perla pimordial, hizo surgir de su propia esencia tres ángeles o a menudo, tres entidades llamadas se-djasad (= tres personas ): Pir-Binyâmin (Gabriel), Pir-Dâwûd (Miguel) y Pir-Mûsî (Rafael), y es más tarde cuando creará Azraël (angel de la muerte) y Ramzbâr (ángel femenino, Madre de Dios, representando respectivamente su cólera y su misericordia; después otros dos ángeles fueron creados, lo que eleva a siete el número de las entidades divinas.

En varios relatos tradicionales de la secta, la cifra tres está ligada a acontecimientos históricos o metahistóricos y condiciona su realización.
Los ritos, que representan sobre la tierra el reflejo simbólico de los acontecimientos, fueron costumbre igualmente de una triplicidad: tres días de ayuno anual en conmemoración de los tres días de lucha y la victoria final del sultán Sihâk, teofanía del sigloXIV, y de sus compañeros; tres gestos de la mano de de Khân Atash, otra teofanía, conducen a la armada enemiga a la derrota; la inmolación de tres corderos, apariencia de lo invisible, reemplaza el sacrificio de tres fieles.

En el plano ético, la cifra tres tiene igualmente una importante particularidad. Las cosas que destruyen la fe del hombre son tres: la mentira, la imprudencia y el sarcasmo.
Las que conducen al hombre hacia el infierno son también tres: la calumnia, el endurecimiento y el odio. Tres cosas por el contrario, guían al hombre hacia la fe: el pudor, la cortesía y el temor al Día del Juicio.

Entre los relatos visionarios de Ahl-i Haqq, se encuentran varios en los que la cifra tres está ligada a la realización de un hecho de carácter mágico y psíquico, tal es la visión en la que Khân Atash se hace reconocer como teofanía, cambiando tres veces de apariencia a (ante) los ojos de sus discípulos.

Incluso los objetos simbólicos están agrupados en tres, como la alfombra, la marmita y el mantel de una de las encarnaciones divinas, objetos dotados de propiedades mágicas.

Tres es el número simbólico del principio masculino entre los Dogons y los Bambaras, para quienes su glifo representa la verga y los dos testículos. Símbolo de la masculinidad, lo es también del movimiento, en oposición al 4, símbolo de la feminidad y de los elementos.
Para los Bambaras, (escrito G. Dieterlen), el primer universo es 3, pero no está realmente manifestado, es decir, solo tiene consciencia con el 4. Esto hace, añade ella, que la masculinidad sea considerada por los Bambaras como un estímulo de partida, determinante de la fecundidad, mientras que el desarrollo de este y su conocimiento total solo pueden ser realizados en la feminidad.

Así, el triángulo, que tiene más a menudo un significado femenino especialmente con el vértice hacia abajo, es para los Dogons un símbolo de la virilidad fecundante. Lo vemos, invertido, en el glyfo que el Hogon ve!
Hogon es el nombre del jefe religioso, cubierto de polen, que atraviesa (hace emerger su extremo) la cima del huevo, representación de la matriz uterina.

Para los Peuls, también, el número tres está cargado de sentidos secretos. Hay tres clases de pastores, los que pastorean el ganado caprino, los de los ovinos y los de los bóvidos.
Pero, sobre todo, el tres es el fruto del incesto de él y su carne, pues la unidad no puede ser hermafrodita, copula con ella misma para reproducirse.

El tres es una vez más la manifestación, lo revelador, el indicador de los dos primeros: el niño revela a su padre y su madre, el tronco de árbol a la altura del hombre revela lo que se adentra en el aire, ramas y hojas, y lo que se esconde bajo la tierra, las raíces.

Finalmente, el tres equivale a la rivalidad (el dos) trascendida; expresa un misterio de superación (de ir más allá), de síntesis, de reunión, de unión, de resolución (Hank)
La Kabbala ha multiplicado sus especulaciones acerca de los números. Parece haber preferenciado la ley del ternario. Todo procede necesariamente de tres que son uno. En todo acto, por si mismo, se distinguen en efecto:

1. El principio que actúa, causa o sujeto de la acción
2. La acción de este sujeto, su verbo
3. El objeto de esta acción, su efecto o resultado.

Estos tres términos son inseparables y se necesitan recíprocamente. De ahí esta triunidad que encontramos en todas las cosas. (WIRT, 67)
Por ejemplo, la creación implica un creador, el acto de crear, la criatura.
De un modo general, de los términos del ternario, el primero es activo por excelencia, el segundo es intermediario, activo en relación al siguiente, pero pasivo en relación al precedente, mientras que el tercero es estrictamente pasivo. El primero corresponde al espíritu, el segundo al alma y el tercero al cuerpo.

Las primeras Sephiroth (números, según la Kabbala) están ellos mismos ordenados en tres ternarios.
El primero es de orden intelectual y corresponde al pensamiento puro o al espíritu; incluye el Principio-Padre, el Verbo-Pensamiento creativo, la Vírgen-Madre que concibe y contiene.
El segundo ternario es de orden moral y relativo al sentimiento y al ejercicio de la voluntad, dicho de otro modo, al alma; reune la gracia misericordiosa, el juicio riguroso y la belleza sensible.
El tercer ternario es de orden dinámico: se refiere a la acción realizadora, y por lo tanto al cuerpo; engloba el principio director del progreso, el orden justo de ejecución, las energías realizadoras del plan (WIRT, 70-72).

Los psicoanalistas ven con Freud un símbolo sexual en el número tres. La divinidad misma es concebida en la mayor parte de las religiones, al menos en una cierta fase y bajo una cierta forma, como una tríada, en la cual aparecen los roles de Padre, Madre e Hijo. La religión más espiritualista, como el catolicismo, profesa el dogma de la Trinidad, que introduce en el monoteísmo más absoluto un principio misterioso de relaciones vivas. Para prevenir toda tentación de politeismo, el Islam excluye con rigor toda formulación que pudiera empañar la creencia en la singularidad de Alá.

En lo concerniente a Egipto, parece que las tríadas divinas no son más que esquemas secundarios convenientes para los fines culturales o teológicos.
Hasta podríamos preguntarnos si la noción de tríada no es una ilusión que los modernos han querido ver en algunos casos de agrupaciones familiares divinas, una antigua norma generalmente aplicada. (POSD, 291)

Tres designa incluso los niveles de la vida humana: material, racional, espiritual o divino, así como las tres fases de la evolución mística: purgativa, iluminativa, unitiva.
Este nombre también expresa la totaidad del orden social, e incluso la composición tripartita de las sociedades indoeuropeas.
Según Georges Dumézil, esta tripartición que se verifica en el análisis de toda estructura social, solo ha sido erigida por ciertos pueblos en una filosofía global del mundo y en una jerarquía de valores.
Esta tripartición de las funciones o de los órdenes es clara, si bien el origen sigue siendo desconocido. Se expresa en diversas tríadas que se perciben fácilmente: lo sagrado, la guerra, el trabajo; soberanía, fuerza guerrera, fecundidad; sacerdocio, poder, producción; el sacerdote, el guerrero, el productor (Brahma, Vishnu, Shiva); Brahmana (brahmanes), Ksatrya (guerreros), Vaisya (campesinos y comerciantes), los Sudras o servidores no tienen clasificación social; Júpiter, Marte, Quirinus; senador, caballero, plebe.

Una interacción se producía entre la organización socio-política y la organización mitológica. Las dos estructuras se reflejan una en la otra, pero no siempre evolucionan al mismo ritmo. El mito cambia menos deprisa que la realidad, pero algunas veces la precede.

Los naturalistas han observado numerosos ternarios en el cuerpo humano. Parecería que toda función importantede un organismo posee esta estructura de base. Estas observaciones ilustran el significado fundamental de un ternario: la totalidad viva de los tipos de relaciones en el interior de una unidad compleja.
Indica a la vez la identidad única de un ser y su multiplicidad interna, su permanencia relativa y la movilidad de sus componentes, su autonomía inmanente y su dependencia.

El ternario refleja la dialéctica en el ejercicio lógico del pensamiento tanto como el movimiento en la física y la vida en la biología.
La razón fundamental de este fenómeno ternario universal probablemente hay que buscarlo en una metafísica del ser compuesto y contingente, en una descripción general de la unidad-complejidad de todo ser en la naturaleza, que se resume en las tres fases de la existencia: aparición, evolución, destrucción (o transformación); o nacimiento, crecimiento, muerte; o incluso, según la tradición y la astrología: evolución, culminación, involución.


(1)Nota referente a "Trinacria": en el texto original dice claramente "triple poisson à tête unique" (triple pez con una única cabeza), sin embargo todas las imágenes de trinacria que he encontrado representan tres piernas.