EL RITO FRANCÉS O MODERNO, LA MASONERÍA DEL TERCER MILENIO

"EL RITO FRANCÉS O MODERNO, LA MASONERÍA DEL TERCER MILENIO" es una compilación de textos escritos por hermanos del Gran Oriente de Brasil y publicados por masonica.es, que tuve el honor de traducir.

Brasil es el único lugar donde se ha mantenido ininterrumpidamente la práctica del Rito Francés Moderno, tanto en Logias azules como en Altos Grados Masónicos. Este fluir sin interrupción de la pura esencia del Rito, nos muestra una Masonería basada en la reforma progresista, una práctica que ha acompañado a nuestra sociedad en todo su proceso evolutivo hacia estados de mayor libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres.

El libro recoge, entre otras, las palabras de Adelino de Figueiredo Lima, quien en una memorable conferencia pronunciada en el 1º Simpósio Brasileiro de Maçonaria Simbólica afirmaba:

"Varios factores contribuyeron a la conquista de las libertades fundamentales y a la estabilidad de las instituciones democráticas, las únicas que permiten, efectivamente, la libertad del hombre y la mujer; y uno de estos factores, tal vez el más decisivo, fue la Masonería ejercida por el Rito Moderno."

"Fue el Rito Moderno el que proclamó la igualdad de razas y destruyó por la base las discriminaciones religiosas."
"La mancha de la esclavitud la lavó el Rito Moderno".
"La libertad del vientre de las esclavas, la proclamó el Rito Moderno." (1)
"La supremacía del poder civil sobre el poder religioso la afirmó el Rito Moderno"...
"Todas estas cuestiones en las que fue parte el Rito Moderno, son de irrecusable cuño social. Por eso, hablar del Rito Moderno es siempre un honor, sobre todo cuando se siente en el alma la inquietud de las multitudes anónimas, siempre tan altamente exaltadas, pero casi siempre, ilusionadas..."


Y esta visión de Masonería Liberal en estado puro, es la que nos ofrece este libro.

(1)  La "Libertad de vientres" consistía en otorgar la libertad a los hijos nacidos de esclavas. Antes de la aplicación de este principio jurídico, los hijos de las esclavas eran propiedad del amo de su madre, es decir, nacían esclavos. A partir del 28 de Septiembre de 1871, fecha en que se aprobó la ley, todos hijos nacidos de esclavas, en su mayoría de origen africano, nacerían libres.


LA LUZ EN LA SOMBRA

Tanizaki, en su ensayo titulado: "El elogio de la sombra" relata cómo cada año elegía un lugar para ir a contemplar la Luna llena de otoño y cómo su deseo era arruinado por el exceso de luz:
"Un año quise ir a contemplarla en barca al estanque del Monasterio de Suma, en la quinceava noche... invité a algunos amigos... para descubrir que en torno al estanque habían colocado alegres guirnaldas de bombillas eléctricas multicolores; la Luna había acudido a la cita, pero era como si ya no existiera"

Igual sucede en nuestro mundo profano. Las calles llenas de luz, no nos dejan ver las estrellas. 

La ciudad es un firmamento artificial cuyas constelaciones alejan nuestros miedos interiores invitándonos a comprar objetos que nos hagan bellos, satisfagan nuestros deseos, sacien nuestra hambre y nos liberen, falsamente, de la vejez o la gripe.

Nos movemos como autómatas en esa falsa seguridad de un universo creado a nuesta medida, sintiendo que cualquier inquietud encontrará remedio en un producto del mercado, pues el dinero es la panacea universal que todo lo logra.

Caminando bajo las luminarias todo resplandece. Nuestra atención es robada una y otra vez por las ráfagas luminosas de los vehículos, los atractivos escaparates, el brillo de los objetos, los vidrios...

A veces una farola desfallece y un cono sombrío abre un hueco en nuestro paraíso articial. Cruzamos deprisa temiendo perder nuestro sueño encantado, pues los miedos internos afloran en cuanto desciende la intensidad de la luz, dependiente, a fin de cuentas, de un generador eléctrico.

Vivimos atrapados por las luces efímeras, como las mariposas en verano, incapaces de observar nuestras oscuridades y aceptarnos como somos, con nuestras miserias y grandeza.

Cegados por distracciones, vivimos como si fuésemos eternos, cuando nuestros días están contados. Olvidamos que al morir el planeta seguirá existiendo. Otros seres humanos experimentarán alegrías y tristezas, y, dependiendo de nuestra actitud ahora, sus condiciones de vida serán mejores o no.

Ignoramos lo que ocurre en las profundidades de nuestra mente que solo aflora durante la noche en sueños que no recordamos. Tan solo una pesadilla o el enfrentarnos a la enfermedad o el infortunio abren las puertas del desconocido inconsciente. Entonces nos sentimos vulnerables, seres sujetos a la enfermedad y la muerte, necesitados del amor de nuestros semejantes y, sobre todo, ignorantes de que somos capaces de superar nuestros miedos.

Necesitamos Luz interior para alumbrar nuestras sombras, Luz para explorar nuestro espectro emocional, para conocernos íntimamente.
Por eso, cuando somos iniciados pedimos la Luz.

En nuestra Iniciación, se nos conduce a las profundidades de la tierra, al interior oscuro de nosotros mismos. Somos enfrentados al inconsciente que permanece en la sombra. Siendo aprendices se nos conduce al Norte, al lugar de la noche, para observar nuestras oscuridades interiores.

Al cabo del tiempo, en la negrura del Norte descubrimos nuestra débil Luz interior iluminando las sombras con suaves destellos, al comienzo casi imperceptibles.

Lentamente nuestra mirada interna se adapta a la oscuridad. Así comprendemos que el miedo es parte de la condición humana, al igual que sentirnos inseguros o poderosos, felices o desgraciados, enfermos o sanos. Observamos cómo nos apegamos a unas emociones mientras huímos de otras. Escondemos la mitad oscura de nuestra naturaleza, y, cuando aparece, nos sentimos vulnerables. 

Nuestra suave Luz interior va cobrando fuerza a medida que aprendemos a manejarla. Sentir miedo a la muerte es humano, ¿por qué huir de él? El miedo es solo miedo, simplemente una emoción. Y la muerte, a fin de cuentas, una incógnita que en su momento tendrá respuesta, pero no antes.
Usamos nuestros sentidos y las herramientas que nos son dadas para conocernos interiormente y comprender el mundo que nos rodea. El verdadero motor de cambio es el conocimiento de nosotros mismos.

La fuerza nace de nuestra Luz interior, esa sabiduría, inteligencia, raciocinio y capacidad de observar que nos permite percibir el centro de unión común a todo lo que existe. Porque vivimos en un mismo planeta y tenemos un destino común por el que trabajar juntos.

Es gracias a nuestra propia Luz no dependiente de las luces exteriores, que realizamos la tarea de pulir a escuadra nuestra piedra cúbica, aplicando la rectitud en nuestras obras y pensamientos.
Nuestra Luz interior nos alumbra en el viaje de la búsqueda interna, en un recorrido por la realidad que somos y que nos esforzamos en comprender. 

A través de largos viajes, de pulir y observar nuestra piedra, el camino transcurre desde la oscuridad a la Luz interior, adquiriendo una consciencia libre no alienada por las distracciones externas, Luz serena y hermosa como la Luna llena. 

Conocedores de nuestra propia Luz, y de nuestras sombras, en el uso de nuestra plena Libertad podemos ser herramientas de cambio y de progreso, pues al ser conscientes de nuestras oscuridades adquirimos una nueva sensibilidad hacia el dolor de los seres que sufren que de modo natural nos esforzamos por aliviar. 

Así, nuestro efímero paso en este mundo es dedicado al bien de todos los seres y de los que vendrán después.

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS, SUBLIME CONSEJO DEL RITO MODERNO PARA FRANCIA

SUBLIME CONSEJO DEL RITO MODERNO PARA FRANCIA
Miembro de la Unión Masónica Universal del Rito Moderno

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

I

El S.C.R.M.F. Su misión es permitir a las Logias Simbólicas Rito Francés y a los Soberanos Capítulos masculinos, femeninos y mixtos, trabajar, respectivamente, según usos y rituales del Régulateur du Maçon y del Chevalier Maçon, aprobados por el G.O.F. en 1785 et le G.C.G.F. entre 1784 et 1786, compartir los frutos de su trabajo e investigación, encuentro e intercambio conjunto, ofrecer a los masones de todas las obediencias, jurisdicciones, federaciones de Logias o Logias libres y soberanas, el conocimiento de los días y lugares donde pueden recibir la acogida fraterna del Oriente o Valle que deseen visitar, siempre que tengan los grados requeridos en relación con el trabajo que deseen participar.

II

El S.C.R.M.F. deriva su autoridad de las federaciones de Logias libres y Soberanos Capítulos que han decidido unirse a él y entre ellos, a fin de mantener, en el seno de la Masonería francesa, la tradición de la unión fraterna de desarrollo espiritual y perfeccionamiento ético abierta por los redactores de la síntesis de siete grados de iniciación del sistema que se conoce como Rito Francés o rito moderno, y se continuó sin interrupción en el seno del Supremo Consejo del Rito Moderno de Brasil con la práctica, en el título de Quinta Orden, de un 8º Grado de Caballero del Aguila Blanca y Negra, Inspector del Rito, y un 9º Grado de Caballero de la Sabiduría, Gran Inspector Rito.

III

La autoridad de S.C.R.M.F. en materia de grados simbólicos y grados de sabiduría es, pues, el fruto de la confianza de Logias libres y Soberanos Capítulos que deciden su adhesión y permanencia y del reconocimiento internacional otorgado por la Unión Masónica Universal del Rito Moderno, en el espíritu de la Carta de los grados de Sabiduría adoptado en Barcelona el 12 de junio 2011. Se ejerce, sin exclusividad, en todo el territorio francés, incluidos los departamentos y territorios de ultramar, y si así lo solicitan los países francófonos.

IV

En el cumplimiento de su misión, el SCRMF no constituye ninguna Logia ni Capítulo, pero aporta su apoyo en términos de instrucción, reflexión, investigación, comunicación, publicación, intercambio, tratados con el desarrollo de sistemas de perfeccionamiento propios de otros ritos, y de relaciones internacionales en el seno del Rito Moderno, a las Logias libres y Soberanos Capítulos, miembros de las federaciones que han querido unirse a él.

V

El S.C.R.M.F. solo admite como miembros a las federaciones de logias o Capítulos, que tienen su propio estatuto de asociación y lleven de forma autónoma su gestión administrativa y financiera. Cada federación tiene una representación idéntica en el seno de la confederación, independientemente del número de logias o capítulos que reúne.

Sea cual sea la posición que ocupa dentro de las Logias, Capítulos, federaciones y la Confederación, el único título en vigor es el de hermano o hermana. Excepto durante las ceremonias, en los que es conforme a la denominación indicada en el ritual.

VI

El sistema propio del Rito Francés se compone de tres grados grados simbólicos, cuatro de sabiduría y un quinto orden, el SCRMF se abstiene de toda intervención en el seno de las Logias, Grandes Logias, Grandes Orientes, Capítulos, Gran Capítulo y en otras jurisdicciones, sin excluir responder a cualquier consulta o invitación eventual.

No interviene en los Capítulos y federaciones que reúne, a excepción de las invitaciones que pueda recibir o quejas eventuales que se le pida examinar y afecten a dos federaciones distintas. Puede decidir aceptar nuevas federaciones o retirar a la federación que no respetase el espíritu de la Carta de Barcelona,
​​la posibilidad de referirse a su autoridad moral y a la de la Unión Masónica Universal del Rito Moderno.

Sin embargo, es la única autoridad habilitada para administrar y transmitir regularmente los grados concernientes al 5º orden, en colaboración con la Academia del 5º orden de la Unión Masónica Universal.

VII

El S.C.R.M.F. publica los rituales de todas las ceremonias, con el fin de clarificar para cada oficial su puesta en práctica, examina todas las cuestiones relativas a los diferentes medios de asegurar la correcta expresión del simbolismo específico del rito, apoya la realización de la decoración, joyas y cuadros, recomienda las posibilidades de acogida a visitantes con grados específicos de otros sistemas, dentro de los capítulos. Cada Logia Libre y cada Soberano Capítulo mantiene el control de determinar, en este contexto, lo que sería de desear acoger, y sus costumbres en materia de acogida a los visitantes, cualquiera que sea su grado o función.

El S.C.R.M.F. se siente dichoso de poner a disposición de los masones franceses de tradición una parte inalterada de la rica herencia que deben a sus predecesores en la Orden, porción de gran valor que contribuirá al perfeccionamiento de sus conocimientos y virtudes, a un constante trabajo sobre sí mismos de humildad, a un mejor enfoque a un comportamiento adecuado en cada circunstancia de la vida, una mayor apertura
hacia los demás, sobre todo aquellos cuyas opiniones difieren de las suyas y, finalmente, a la difusión de la Francmasonería Universal.

Su lema:
« Exaltat Humiles » tiene la intención de ilustrar el significado del viaje iniciático que se invita a todos los que deseen unirse a las Logias libres y Soberanos Capítulos que están bajo su autoridad moral.

ARTURO TARACIDO VEIRA, cartas a mis nietos

Solemos hablar de masones famosos, músicos, presidentes de gobierno, científicos, etc. ejemplificando las bondades de la masonería. Todos admiramos a los "triunfadores" públicamente reconocidos, sin embargo siento un especial cariño hacia masones olvidados, poco conocidos y aún menos reconocidos, hombres sencillos que intentaron ayudar a los demás, defender sus ideales y fueron en ocasiones perseguidos injustamente.
Su vida fué dificil, pese a ello materializaron en sí mismos el ideario del buen masón que siguieron hasta su muerte, conservando en su corazón la llama ardiente del amor a todos los seres humanos, sin excepción. Por  ese motivo quisiera recordar al Hermano Arturo Taracido Veira y sobre todo, publicar dos fragmentos de cartas escritas a sus nietos y que reflejan la grandeza interior de este hermano.

Arturo Taracido Veira

Nació en A Coruña en 1887. Estudió en la Escuela de Profesorado Mercantil, siendo después profesor auxiliar. Se dedicó al comercio. Fue concejal y primer teniente de alcalde del Ayuntamiento coruñés al comienzo del régimen republicano, y miembro de la Diputacion Provincial.
Su ideología política y su condición masónica (era grado 3º de la Logia Suevia, con el nombre simbólico de Pangloss ) hicieron que fuese denunciado en los primeros días del alzamiento de 1936 y detenido. Le salvó de la muerte Manuel Sáez.

Pasó la guerra encarcelado. Taracido fue condenado a doce años por el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo, así como a inhabilitación absoluta perpetua para cualquier cargo público. En un informe policial de 1937 se le calificaba como «elemento muy destacado de la nefasta política republicana».

A finales de 1941, ingresó en la prisión madrileña de Conde Peñalver, después lo enviaron a la isla de Fuerteventura, más tarde a León y Lugo, finalmente en 1946 pudo volver a su ciudad. Una vez allí hizo todo lo posible por proteger a republicanos perseguidos, entre ellos a Esther, la hija de Casares Quiroga, que estuvo retenida 19 años en A Coruña acusada de ser hija de su padre.

Como ven, es una historia similar a muchas acaecidas en aquel tiempo.
Lo que me ha motivado a acercarlo aquí son sus escritos: "Cartas a mis nietos: el culto de la violencia", donde se ve la categoría moral de este hombre. Sus palabras son necesarias siempre alertando de los "salvadores" que intentan imponer su imagen del mundo con violencia, como si las balas fuesen una razón.

Aquí vemos un masón que iba a ser ejecutado como lo fueron miles de masones, condenado a prisión y que, pese a todo, escribe a sus nietos recordando que la violencia no es un argumento y que el fin no justifica el empleo de medios violentos.


Cartas a mis nietos:
el culto a la violencia

De unos años a esta parte, querido Heliodoro, se viene pregonando, como culminación y consagración de una práctica victoriosa, el culto a la violencia. Se arguyen en su favor —signo jubilar de estos tiempos— y se emplea como catapulta contra los contradictores potenciales o declarados, el argumento de que la violencia es también arma usual de los poderes constituídos.

No te dejes engañar. El culto a la violencia es uno de tantos pasos atrás que se marcan en los vaivenes humanos del camino de la civilización. Suponen en ella siempre un retroceso, cualquiera que sea el nombre glorioso que ostente como rótulo o el aparente bien que se le señale como fin. 

Los grandes creadores de religiones perdurables la han condenado como la condena el quinto mandamiento cristiano, siquiera en numerosos casos sus seguidores hayan apelado a interpretaciones capciosas y sofisticadas para justificarla. 

Pero hay un principio moral heredado de lo más escogido de nuestros mayores que ha soportado victoriosamente las asechanzas de estos tiempos azarosos: el de que el fin no justifica los medios, y al que todo espíritu ponderado, humano, debe atenerse firmemente sin prestar atención a objeciones engañosas.

Cierto que el poder constituído se ve compelido algunas veces a apelar a ella. Pero en los países civilizados lo hace en virtud de atribuciones establecidas en las leyes, que, teóricamente al menos, emanan del pueblo, y no debe olvidarse que, en las democracias efectivas, los hombres que encarnan el poder están obligados, de acuerdo con esas mismas leyes, a dar cuenta de las razones que les han movido a emplearla.

Sobran en la historia de la humanidad ejemplos de enemigos de la violencia cuando eran víctimas de ella y que luego, al verse dueños del poder, la aplicaron a sus detractores con más saña de la que habían empleado con ellos. Su intransigencia primaria no había sido atenuada ni aún con el triunfo, y constituyó en el resto de su vida norma de conducta ser implacables con el adversario, sin advertir que proporcionaban a éste motivos tan sólidos y graves como los que a ellos les habían llevado a adoptar actitud revolucionaria sin cuartel. Así se perpetuaba la violencia. Adquiría carta social de naturaleza.

No; la violencia engendra violencia. Se dijo de muchos modos y en innumerables ocasiones, y la realidad lo ha confirmado. Al fin y al cabo, es manifestación primaria de la lucha por la existencia, resto de animalidad. Si la civilización ha proporcionado algún bien de alto valor, ha sido precisamente el de modificar estos instintos primarios a medida que evolucionaba su capacidad mental. 

Las religiones que más perduran son las creadas por seres excepcionales que predicaron y practicaron el bien y condenaron la violencia. Pero aún en nuestros tiempos destacan con relieve ejemplar en tal sentido De Valera en Irlanda y Gandi en la India, prefiriendo el propio sacrificio a todo acto violento: ser víctima a ser victimario. El triunfo de esta conducta egregia, exponente de un espíritu de primera magnitud y para adoptar la cual se precisa valor sin límites, no puede ponerse en duda.

Es éste, querido nieto, tema del que cabe hablar mucho. Dejémoslo por hoy. Tu abuelo

Más sobre la violencia

Deduzco, querido nieto, de cuanto me dices en tu carta después de haber leído la mía anterior, que mis razonamientos no han llevado a tu ánimo la convicción de que toda violencia es condenable. No me extraña. Algunos de sus defensores actuales tienen tal categoría intelectual, que han llegado a convertirse, para desgracia de nuestra época, en rectores políticos de una juventud, generosa como todas las juventudes, pero también ingenua y bien dispuesta a dejarse seducir por cuanto ofrece a su mente inexperta la apariencia de fórmula redentora de toda injusticia social.

Esa generosa ingenuidad tiene larga historia. Cuéntase que Eliseo Reclus, el gran geógrafo francés nacido en el primer tercio del siglo pasado, profesó en el anarquismo entonces naciente que postulaba la evolución de la sociedad sobre la base del hombre puro, adornado de todas las virtudes, doctrina social que atraía a los espíritus más selectos; y que cuando fué llamado a filas para cumplir el servicio militar, solicitó autorización para no hacer uso de sus armas contra el enemigo, en el caso de que la unidad a que pertenecía tuviera que tomar parte en combate. 

Anarquistas de este tipo anteriores a la teoría de la propaganda por el hecho preconizada posteriormente dentro de la misma ideología social, quedaban en las postrimerías del siglo XIX y principios del presente, antes de que lo eficaz los arrinconase por "demodés" e inservibles. Yo mismo he logrado conocer a algunos. Su preeminencia no podía ser duradera, a pesar de su elevada categoría espiritual.

A esa época sucedió la de los magnicidios y -en los países en que las masas de toda condición, integrada por analfabetos de distintas categorías- la lucha violenta, alevosa, con agravantes frecuentes de nocturnidad. Pero aún en esa época tenebrosa he podido conocer aquí, en nuestro pueblo, discípulos destacados de aquellos idealistas de principios de siglo que aceptaban la lucha de clases como lucha tenaz, heroica, de principios, pero incruenta, y me honré con el trato de tres: dos tipógrafos y un carpintero cuyos nombres me complace recordar como ejemplo de ecuanimidad y amor a la justicia: Manuel Moret, Trabadela y Juan Dopico. 

El primero, simpático cascarrabias que en sus reacciones súbitas ocultaba la elevada dosis de bondad en que inspiraba todos sus actos; en el último tercio de su prolongada vida contaba con numerosos amigos, entre ellos muchos artistas, que le rindieron homenaje en Madrid y La Coruña. 

El segundo, cuyos escritos periodísticos le habían acreditado como excelente y ponderado escritor, hubo de conmoverme en circunstancias críticas anteponiendo el dolor de su pueblo, España, al suyo personal producido por desgracia irreparable. Del tercero puedo decir que , dada su exquisitez espiritual -así, exquisitez- no habría adoptado otra actitud que la de su correligionario Trabadela si tuviera que afrontar la dolorosa situación de éste.

Conocí a otro, del que jamás evoco el nombre sin conmoverme, que pasó por la prueba de fidelidad a sus ideas y a su clase más dura a que un hombre puede ser sometido. Y la soportó lleno de dignidad. Era hombre de palabra fácil, elocuente. No tengo noticia de que aconsejase nunca, en su calidad de "leader" proletario, actitudes de violencia, salvo la que pueda suponer mantenerse firmes en la defensa de los derechos comunes.

Eran todos ellos nobles luchadores que no desdeñaban, en las horas de paz, el trato ni la mano del adversario. Que nos sirvan a todos de ejemplo.

...

Texto de las cartas publicado por la Revista Poética Almacén:   http://www.librodenotas.com/almacen/Archivos/006135.html#006135